Nos hemos acostumbrado tanto a la corrupción, a que nos mientan; nos hemos acostumbrado tanto a las consignas: ‘el que no tranza no avanza’, ‘roba, pero deja robar’, que pensar que eso puede terminar, o por principio se puede frenar y controlar, es algo que sacude tu ‘estatus quo’, sacude la tierra bajo tus pies. Somos, fácil, cuatro generaciones (y me veo corta) que hemos crecido con una mecánica político-social heredada del PRI que fluye de manera constante en todos los niveles y estratos sociales de nuestro México. No conocemos realmente otra forma de hacer las cosas y si se conocen diferentes, es porque tenemos referentes de otros países. Tan acostumbrados estamos a ‘lo nuestro’ que vemos a esas sociedades con niveles de vida más elevados y con niveles de corrupción e impunidad tan bajos, que lo pensamos como algo superior, algo lejano e inalcanzable. ‘Eso no es para nosotros. ¿Quieres alcanzarlo?: vete del país’…
…y así ha sido por décadas. Y todo ello nos resulta ‘normal’, nos hemos acostumbrado a esa ‘normalidad’.
Nos han quitado tanto: playas, complejos azucareros, bosques y selvas, los recursos energéticos, oportunidades de estudio y de trabajo, nos han quitado incluso la vida - hay tantos desaparecidos -, que en este momento histórico en el que estamos parados estamos a unos pasos de alcanzar algo insólito. Allá, cada vez más cerca, está una línea, está la meta, pero tan permeado tenemos lo negativo; nuestro México, históricamente, ha sido tantas veces vejado, que de pronto lo vemos como un sueño infantil, un dulce sueño para niños. El neo-liberalismo nos ha permeado tanto, que sin darse cuenta muchos lo proyectan: ‘es ridículo que esto puedo cambiarlo UNA SOLA PERSONA’, claman como expertos catedráticos, sabiondos de los temas, casi mirándote hacia abajo, con compasión e indulgencia (‘míralo, ¡pobre!... cree en fantasías, ¡qué decepción se llevarán!... al tiempo, al tiempo…’).
Nunca, pero nunca, esto se ha tratado de una sola persona. Se trata de ti, de mí y de muchos. Se trata de muchos corazones, de muchas almas. Incluso puede tratarse de vibraciones, de pensamientos y de energía. Ese llamado que constantemente hace ‘el loco’ sobre recuperar y enarbolar los principios, sobre el amor mismo, tiene que ver con ello. Y no hablo de dioses, ni de religiones.
¿Tanto nos han robado que hay muchos que han dejado de creer, pero no ‘creer’ con ingenuidad, o esperando sentado, sino CREER que si actuamos TODOS (‘todos’, en colectivo, algo que para el neo-liberalismo es inadmisible e inaudito) podemos alcanzarlo?
Pero entiendo, entiendo la duda y también el miedo. Es parte natural del proceso. He llegado a pensar que, lo que puede suceder pronto es tan grande, que algunos piensan que no cabe en los pensamientos. Nos rebasa. Yo también, de repente, a veces me pregunto: ¿de verdad está por despertar México, como el gigante que estaba dormido? Y es que es algo que llevo mucho tiempo esperando. Lo esperé en dos procesos anteriores, muchos llevan mucho más tiempo que yo intentando, luchando y esperando, pero nos han metido la zancadilla y hemos caído. Pareciera que es una tras otra. Sé que en esas caídas hay dolor y desesperanza, pero me fue enseñado que el dolor y el enojo puede manejarse de dos maneras: o te consume, te decepcionas y te hundes; o te levantas fortalecido y continúas. Y aún con ese conocimiento ya internalizado, como buen ser humano, de repente también dudo, pero dudar no significa echarse para atrás. Y estoy consciente también que existe la posibilidad del fracaso, o de que vuelvan a meter la zancadilla, nada está 100% seguro, pero así es en todo, así es en la vida misma. Desde intentar una relación sentimental (a pesar de las experiencias que conllevan tropiezos y decepciones), todo en la vida es aprender de los tropiezos anteriores y nunca dejar de intentar. Es justo ahí donde estamos parados en este momento. El actuar político no es muy distinto, aunque, claro: conlleva una responsabilidad mayor, por su carácter colectivo y público, pero ahí radica la importancia del TODOS.
Yo no soy quién para convencer a otros de todo esto, de todo este ‘rollo’. Cada cual tiene su propio criterio, su sentido de análisis y de razonamiento. Pero más allá de la analítica, del razonamiento, incluso de las propias experiencias históricas (de lo que se puede y se debe aprender, eso es innegable), también me voy un poco hacia la parte utópica, pero esa parte utópica que mueve las manos y actúa, al final, también ello ha formado parte de mi ser: ¿Y SI NOS PERMITIMOS SOÑAR?
Mineko Kia
*Junio 10, de 2018