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jueves, 29 de octubre de 2009

40 AÑOS HA...

Justo ayer fue cuando se celebraron 40 años de la llegada del hombre a la Luna. Por supuesto, cuando ese evento sucedió, mi presencia en este mundo aún brillaba por su ausencia, así que lo que yo sabía del tema era gracias a libros, fotografías y testimonios de personas que sí lo vieron.
Dicho evento histórico, por supuesto, es de esos pocos (o muy raros) que han centrado la atención de todo el mundo en una visión de un futuro verdaderamente diferente.

Los canales televisivos que suelo ver estuvieron invadidos de documentales del tema. Mi padre, cuando habla del suceso, lo hace emocionado; si mal no recuerdo, mi madre, al hablar de ello, reaccionaba igual y sus ojos hasta de lágrimas se rasaban. De haberlo vivido yo, creo que mi reacción hubiera sido similar a la de mi madre, pero hasta ayer, cuando vi especiales de la misión del Apolo 11, fue que pude adentrarme más en el espíritu de ese momento y sí que me impactó la reacción a nivel mundial que tuvo un evento que hace solo 300 años fue tan solo un relato imaginario salido de la mente de Kepler: pisar la Luna.

De entre las muchas imágenes, me conmovió ver a cantidad de barcos y buques de todo el mundo (rusos incluidos, en una época en donde la Guerre Fría ensombrecía a todas las naciones), monitoreando la zona del océano donde la caería la cápsula con sus tres astronautas de regreso del alunizaje, así como el ver rostros de todas las naciones fijando su atención en televisores y pantallas gigantes aplaudiendo y sonriendo ampliamente, muchos incluso llorando, en el momento en que el primer pie humano dejó su huella sobre la superficie lunar.

¿Y por qué no tener motivos para sonreír con un evento así? Haciendo recuentos, tenemos montón de sucesos para tirar por la ventana que nos hacen cuestionarnos seriamente de nuestra condición de seres humanos como entidades pensantes y concientes: hacemos guerras movidas por afanes de ambición y poder, depredamos ecosistemas, sobre-explotamos recursos, nos discriminamos, despreciamos y hasta nos acabamos por motivos verdaderamente absurdos, ya sea por creencias diferentes, pasando por ideologías políticas, color de la piel y hasta tendencias sexuales; a diario, salvo contadas ocasiones, damos muestras de lo que somos capaces de hacer mostrando nuestro lado más negro; a diario demostramos que podemos ser monstruos, parásitos, indolentes vegetales y hasta asesinos. Son muchos los eventos históricos que hacen que el mundo centre su atención en ellos, pero para alarmarnos, para desangrarnos y llorar.

Pero la llegada a la Luna, ese evento por sí mismo y en su esencia de trascendencia, es, quizá, el único en donde por leves instantes, toda diferencia fue hecha a un lado. Sin temor a equivocarme, en los momentos claves de ese hecho, al hombre promedio se le olvidó si era chino, japonés, ruso o nerteamericano; si hablaba inglés, español o mandarín; si era blanco, amarillo o negro; si era católico, protestante o ateo. La llegada a la Luna fue un ínfimo instante en nuestro paso por este mundo en donde, seguramente, todos por igual fuímos lo que tantos próceres han soñado que lleguemos a ser de manera permanente y por lo que han dado incluso su vida: humanidad. Solo eso.

Y aún ese crucial momento tiene sus antecedentes que nos remiten al tradicional actuar humano cuando se enfrenta a algo diferente, porque detrás de la llegada a la Luna está el legado de hombres de ciencia que vivieron la censura, la persecución y la crítica, en diferentes estilos, con diferentes matices, pero lo experimentaron. Todo por que fueron visionarios, porque soñaron, porque se adelantaron a su tiempo y por ende, fueron tildados de locos.

Se sabe de sobra (¡ah, mi México!), que nuestra educación está para llorar y, como se ha mencionado en repetidas ocasiones que lo ameritan, vamos para largo con la misma situación. Aquí es la caja idiota la que manda, la que "educa"; sin embargo, también Sagan llegó a reflexionar en lo mismo, aunque claro, ubicándose en el contexto de su propia nación: la NASA muchas veces se ve recortada en su presupuesto, sacrificando los recursos de muchos proyectos de investigación aero-espacial (el proyecto SETI es uno de ellos), con tal de mantener un sano presupuesto para constante innovación en industria bélica... y cosa curiosa: es ese mismo belicismo lo que ha hecho de los norteamericanos unos constantes buscadores (¿o saqueadores, cazadores, acaparadores?) de yacimientos petroleros que, por supuesto, no les pertenecen. La guerra de Irak tiene mucho de su origen en esto y si no queremos irnos más lejos, el mismo México también ha sido triste protagonista de este drama.

Es una lástima que el concepto de progreso y desarrollo cuente con más historias de depredación y abuso y no con espisodios como el de la llegada a la Luna. Es mi convicción personal de que no se logrará un cambio sustancial, no solo en nuestro país, sino a nivel mundial, mientras no pongamos atención en cambiar aspectos y mentalidades como éstas. Solo así, probablemente, se dará una evolución que no nos lleve, como lo decían los más profundos temores de Sagan, a la auto-destrucción.

El colofón: SETI es un proyecto científico que está enfocado a la búsqueda constante de vida e inteligencia extraterrestre. El libro Contacto es una excelente novela que habla del tema, y, si da flojera, la cinta del mismo nombre también se recomienda.

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* Se publicó el 21 de julio de 2009 en CONCIENCIA TV

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