Me centro en el tema del documental: el Big-Bang (o la teoría del origen del Universo) y el recorrido en la historia del desarrollo de esta ciencia, pasando por hombres brillantes como Ptolomeo, Copérnico, Kepler, Galilleo Galilei y su sedicioso y hereje telescopio, Newton, Einstein, Hubble y hasta el mismísimo Sagan.
Siempre que veo este tipo de programas no puedo dejar de pensar en la iglesia… la católica, por supuesto, porque al hablar del desarrollo de ciencias como la Astronomía por fuerza la iglesia entra en escena, ¿y cómo no?, si hasta en la vida privada de todo individuo se anda inmiscuyendo esta ocurrente institución que se ha auto-denominado como una “salvadora de almas”.
Por la línea del tema de esta entrada, creo conveniente comentar que yo estudié desde la primaria hasta la preparatoria en un colegio católico. Lo importante, al menos para mí, fue que de alguna manera sí adquirí bases morales, pero aún con ello, nunca caminé cegada por la religión. A la par de mi infancia y de mi educación académico-religiosa, tuve la suerte de que a temprana edad también Carl Sagan y su Cosmos se me atravesó en el camino, así que crecí con esas dos visiones tan opuestas, la ciencia y la religión, enseñándome. Finalmente terminé enamorada de Sagan y su manera de ver a la ciencia, al hombre y su existencia en el Universo y también terminé enamorada de documentales como
Fueron personas como Sagan y Attenborough quienes, de alguna manera, me contrapuntearon no solo con la religión, sino hasta con algunos aspectos del hombre en general y hasta con mi mismo género con el que no siempre termino de entenderme del todo y así, lo aprendido del colegio en el aspecto religioso (del cual guardo muy gratos recuerdos, debo decirlo), tan solo me quedó como una base ética y moral para mí misma y en la manera como me desenvuelvo con los demás. No me pesa decir que soy católica, no puedo negar mis bases, pero también me precio de no ser una católica fanatizada, sino más bien una persona con tendencia a la creencia de una espiritualidad.
Por lo anterior, no es la primera vez que critico a la iglesia católica en su tradicional manía de inmiscuirse en lo que no le compete, ni será la última, ya que es algo que al día de hoy no deja de hacer, pero a la par de lo alarmante que es que en su afán de poder quiera mantener a la sociedad cegada y fanatizada, también es de llamar la atención la excusa bajo la cual lo hace y lo ha hecho siempre: en el nombre de un ser supremo. Sucedió también con las imposiciones espirituales en mesoamérica, sucedió con la destrucción de casi todo su acervo cultural y sucedió también en algún momento dado allá en Alejandría con la destrucción de una biblioteca que contaba con montones de pergaminos que registraban el conocimiento de muchos lugares.
En lo que toca a Astronomía, considero a personajes como Kepler y Galileo como ejemplos representativos de los que implica atreverse a soñar y a mirar hacia adelante con tremenda tiranía eclesiástica como obstáculo de por medio. Kepler, por ejemplo, fue llamado ‘loco’ y ‘hereje’ por escribir un cuento en donde puso a sus tres viajeros imaginarios a llegar a la luna, adelantándose con ello 300 años al momento en que de verdad el hombre piso la Luna. Galileo, por su parte, tuvo que desdecirse (al menos públicamente) de su conocimiento comprobado de que la Tierra no era el centro de absolutamente nada y el hombre mucho menos, provocando tremendo cisma en una iglesia egocéntrica y hasta narcisista. Vale decir que quizá por ese tremendo egocentrismo que alimenta la iglesia católica con aquello del ‘origen divino del hombre’ es que quizá más me entiendo con la teoría evolutiva que sostiene que todos los seres vivos (el hombre incluido) tenemos en un humilde y sencillo gusano de espina dorsal rudimentaria un ancestro común. Me resulta risiblemente absurdo ver como hoy, en pleno siglo XXI, todavía haya personas que se escandalicen cuando se habla de que el género humano está más ligado genéticamente a un chimpancé que al mismísimo Adán. También es hilarante ver como todavía hay personas a quienes les pesa descubrir que no somos reyes de ninguna creación, sino eslabones de una cadena evolutiva; y que no somos el centro del Universo, sino que formamos parte de él, una ínfima parte de él.
Alguna vez, en cierto debate grupal que planteaba la pregunta de quién había sido el asesino más grande de la historia, algunas personas planteaban por unanimidad que había sido Hitler por sus campos de concentración. Yo diferí de esa opinión y mencioné a la iglesia católica como la gran asesina de todos los tiempos, porque no solo ha acabado con vidas inocentes en el nombre de ese dios, sino que también ha frenado nuestro avance, nuestro conocimiento, nuestra cultura; ha discriminado y relegado a grupos sociales, antes a los indígenas porque consideraba que por ser y tener creencias diferentes, no tenían alma (ergo: no sentían), actualmente, relegan a grupos con tendencias sexuales diferentes aduciendo que "están enfermos".
Tengo un muy buen amigo que es homosexual y en alguna ocasión me dijo que no tenía porque sentir respeto alguno por una institución que lo discrimina pasando por alto que, antes que nada, es un ser humano. Le concedo toda la razón. Y todas esas aberraciones, todo ese daño, todo ese atraso, toda esa censura, toda esa discriminación, tantas persecuciones, todo ello ha sido bajo un solo pretexto: se ha hecho en nombre de dios. ¡Cuánta oscuridad nos ha legado la iglesia católica!
Para no vivir en tanta oscuridad, apaguemos la televisión y abramos un libro. Recomiendo El Mundo y sus Demonios, de Carl Sagan. Incluso él mismo sostiene el pensamiento de que mientras más nos aboquemos a la ciencia, más se alimenta la democracia en las instituciones de cualquier nación. La ciencia siempre será una luz en este mundo lleno de demonios.
Y una melodía del grupo Enigma, misma que habla de la imposición espiritual que vivieron los indígenas sometidos, usando a una cruz como pretexto y justificando todos sus actos en el nombre de dios...
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* Se publicó el 17 de abril de 2009 en CONCIENCIA TV
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